24 de noviembre de 2024

El artista plástico, Gabriel  Matos Silfa y colores de Sagitario

Escritor Virgilio López Azuán

Por Virgilio López Azuán

Sin aludir a las características del movimiento artístico italiano Pittura metafísica de principios del siglo XX, creado por Giorgio de Chirico (1888-1978) y Carlos Carrá (1881-1966), pero sin dejar de encontrar hilos conectores, tomaremos la pintura, “Elementales Sagitario”, realizada por el artista plástico de Azua, República Dominicana, Gabriel Matos Silfa, donde se aprecia un campo conceptual relacionado con el tema metafísico.

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Matos Silfa, pertenece al grupo de artistas que descollaron en la provincia de Azua en la década de los años 80 y ha realizado una obra discreta en su lar nativo, participando en varias exposiciones nacionales y locales, la más reciente fue la Exposición Matices y Esencias Azuanas 2023, presentada en la sala de arte del Centro Cultural Héctor J. Díaz de Azua.

Con una síntesis en los estudios de metafísica, arte, ciencia, religión, historia y filosofía, Matos Silfa, en su cuadro, descarga un mundo donde los colores son la entrada al concepto, a una dimensión más allá del mundo tridimensional de Euclides.

En él se cristalizan culturas aprendidas en libros portadores de conocimientos herméticos, basados en los orígenes y el desarrollo de la civilización humana. Su impronta está fundada en la comprensión trascendente, en los relatos de arcanos que han idos revelando grandes maestros del gnosticismo o espiritualismo. Todo esto es plasmado en una mixtura de símbolos presentes en el mundo real y en otras dimensiones donde trasciende el alma, según lo narrado por los estudiosos de esos temas.

La conformación del arte de Matos Silfa está sostenido esencialmente en ideas gnósticas, aquellas que tienen como procedencia, diversas religiones indo-iranias, en las tradiciones y creencias judías, en la cultura helénica, así como varios aspectos del pensamiento griego.

La obra está presentada en formato de 28 x 22”, en acrílica sobre lienzo, y de primera vista, se advierte un juego de colores predominantes: amarillo, verde y azul, que son los que la literatura esotérica atribuye a la constelación de Sagitario. También, se aprecia el color rosa y unas vetas de rojo.

En el centro, de una mata de maguey, que exhibe sus hojas verdes, tersas, fijas, terminadas en un mucrón, el artista deja brotar una serie de imágenes que salen desde una fragua, que supone ser la creadora de mundos iniciáticos.

Las imágenes o símbolos

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De entrada, en el cuadro, se aprecia la imagen de un bastón de mando, una paloma, dos serpientes, el ave fénix, un pez, un útero, unas lágrimas, un falo y el fuego que se desprende del interior de la planta mencionada.

Como se ha referido, toda esta simbología tiene un origen esotérico y metafísico. Su base está en diversos estudios donde existe la búsqueda de la autoconciencia del ser. Este pasaje nos remonta a antiguas creencias y religiones, previo y al principio del cristianismo.  

Se consideraban filosofías herméticas porque tratan, “misterios” donde se practicaba y difundía el esoterismo y otras ciencias que le servían de apoyo, como la alquimia, la filosofía y la religión.

En el mundo iniciático el bastón de mando simboliza el trabajo que cada individuo está realizando en pos de su autorrealización. Ese duro camino catalogado por seguidores como el de “la navaja” que tiene doble filo.

Ese sacrificio que aparece en muchas escuelas metafísicas conduce a la recompensa espiritual del practicante. En cuanto a la paloma dibujada, es la que alude a “la paloma del Espíritu Santo”. Se cree que la idea del Espíritu Santo como madre, surge de la tradición gnóstica y su relación con el cristianismo primitivo.

La serpiente, como símbolo, aparece desde antiguas culturas y civilizaciones presentes y desaparecidas, tanto en oriente como en occidente. El culto a este ofidio relacionado con la sexualidad y la autorrealización tiene su historia en movimientos filosóficos, cristianismo antiguo, gnosticismo y religiones.

Cabe recordar al filósofo judeo-helenista, Filón de Alejandría, quien con su trabajo apologético quiso demostrar la “perfecta combinación entre la fe judía y la filosofía helenística”. En su caso, la serpiente la presenta como alegoría.

Aparece este reptil como la dadora del conocimiento del bien y del mal. Sobre todo, el lector se puede aproximar a todas las alusiones de la serpiente hechas por: Hipólito de Roma, Ireneo de Lyon, Orígenes, Epifanio de Salamis, Tetuliano, Filastrio y San Agustín.

Pero no es casual que la serpiente esté relacionada con una planta o con el fuego. En términos simbólicos la analogía con el árbol es de carácter lineal. Existe una semejanza entre las raíces del árbol y la forma de la serpiente. Según se expresa en el Diccionario de símbolos de Juan-Eduardo Cirlot (1992, Pág.40):“Mientras el árbol eleva las ramas al sol, como en éxtasis de adoración, la serpiente espera poder clavar el aguijón. Esto es lo esencial del símbolo y no que las serpientes aniden junto a los árboles”.

En el caso de la pintura que analizamos, dos serpientes aparecen desde un maguey, planta típica en bosques secos de donde es oriundo el artista. Simbolizan el Caduceo de Mercurio, que en la antigua cultura griega se presenta en forma de una vara con alas y serpientes entrelazadas, como símbolo de Hermes (Mercurio) quien fungía como mensajero de los dioses. Este caduceo lo portaban, como señal de inviolabilidad personal, los embajadores y heraldos.

El sincretismo y lo sexual

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A todo detalle, la obra es una gama de conceptos, un sincretismo de símbolos donde el artista intenta vaciar la síntesis de creencias e ideas que conforman diversas culturas humanas, vista desde el tema espiritual.

Es así que presenta el “aroma de la personalidad” como si bajara en una intención puesta en intercapas de colores. También, esa idea del resurgimiento como el Ave Fénix, la fructificación de la constelación de Piscis —representada por un pez—, pero sobre la base de los preceptos de la constelación de Sagitario, que es la base de la obra.

Como toda tradición o ciencia hermética, la obra pictórica de Matos Silfa no deja atrás lo simbólico-sexual, porque en ello descansa la filosofía del origen, de los opuestos y el fuego sagrado de la iniciación.

Tanto el útero como el falo son presentados  desde la fragua, es más ellos crean la fragua de donde parte todo, donde se abren los caminos para el conocimiento de la verdad, para alcanzar los estados de plenitud del ser.

El artista lo hace muy bien, no pierde detalles, no mezcla lo sagrado con lo profano, no sobrepone ni da rango de preeminencia a ninguno de los símbolos presentados, pero subyace, la inclinación reverencial al fuego sexual, al trabajo que se necesita para ascender espiritualmente. Tanto así, que si los lectores aprecian la imagen del cuadro, algunas lágrimas caen desde arriba, como símbolo de las dificultades que pasa el practicante para poder redimirse.

Quizá, en las artes plásticas de República Dominicana, este tema presentado por Matos Silfa, no había sido tratado antes, con tanta carga conceptual mística y simbiótica. Los colores utilizados, las figuras, los trazos, encienden las llamas del arte en plena transmutación alquímica. Aquí, el manejo de lo estético, no es simplemente una metáfora del artista, lo hace con la plena convicción intelectual, racional, ajustado a sus patrones espirituales.

Sin duda, me parece una obra coleccionable para los practicantes de doctrinas esotéricas o religiosas, o para todo aquel que aprecie una buena obra de arte. Su contemplación dará motivos para la búsqueda de posibles verdades más allá de lo racional.

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