21 de noviembre de 2024

Francisco no va al Coliseo, pero llama a reconocer “la grandeza de las mujeres”

Veinticinco mil personas asistieron al Vía Crucis en el Coliseo.

Religión Digital. En un inédito Vía Crucis en el que por primera vez en el pontificado fue el mismo Jorge Bergoglio quien escribió las meditaciones, aunque luego “para conservar la salud” no fue al Coliseo romano, el papa Francisco llamó hoy a reconocer “la grandeza de las mujeres” y pidió recordar a quienes sufren “la tragedia de la guerra”.

Minutos antes de las 21:00 horas, cuando ya había iniciado la transmisión oficial, el Vaticano informó que el Papa no sería parte de la celebración en persona “para conservar su salud de cara de la Vigilia de mañana y de la Santa Misa del domingo de Pascua”, por lo que siguió la celebración desde Santa Marta. Con catorce meditaciones de su puño y letra y con el lema “En oración con Jesús en el Vía Crucis”, el Papa rememoró en los textos el camino de Jesús hacia el Gólgota, con textos que exploraron en lo profundo de la fe y, sí, con menos referencias a la coyuntura de lo que se había visto en años anteriores.

Así, en uno de los puntos más enfáticos de la noche romana, el Papa se refirió en la octava estación del recorrido de la Cruz a las “mujeres, a las que has dado esperanza; que no tienen voz, pero se hacen oír”. 

Reconocer la grandeza de las mujeres

“Ayúdanos a reconocer la grandeza de las mujeres, las que en Pascua te fueron fieles y no te abandonaron, las que aún hoy siguen siendo descartadas, sufriendo ultrajes y violencia. Jesús, las mujeres que encuentras se golpean el pecho y se lamentan por ti. No lloran por ellas, sino que lloran por ti, lloran por el mal y el pecado del mundo”, enfatizó Bergoglio. 

Estación del Vía Crucis en el Coliseo
Estación del Vía Crucis en el Coliseo RD/Captura

El hilo conductor de las catorce estaciones estuvo dado además por el Año de la Oración que el Papa Francisco ha querido convocar como preparación al Jubileo, un acontecimiento que, como siempre ha dicho, tiene ante todo un carácter espiritual, y que definió el ethos de las meditaciones de esta noche. Entre quienes portaron la cruz hubo migrantes, jóvenes, personas con discapacidades y catequistas, entre otros: es decir, un verdadero poliedro de las preocupaciones centrales del magisterio del Papa

El texto bergogliano es un diálogo con Jesús, una conversación cara a cara con Cristo llena de reflexiones, interrogantes, introspecciones, confesiones e invocaciones. Así, se sucedieron los encuentros a lo largo de la Vía Dolorosa, la mirada amorosa de María que bajo la Cruz se convierte en Madre de todos los hombres, el Cirineo dispuesto a ofrecer su ayuda al Nazareno condenado a muerte, José de Arimatea que ofrece ese sepulcro donde Dios vencerá a la muerte: algunos de los 14 temas que se volvieron a encontrar en el final de la prédica del Papa en una oración, una invocación final que repitió catorce veces el nombre de Jesús.

Un grupo de mujeres sigue el Vía Crucis en el Coliseo
Un grupo de mujeres sigue el Vía Crucis en el Coliseo RD/Captura

“Jesús, que esta oración de intercesión abrace a los hermanos y hermanas de tantas partes del mundo que sufren persecución a causa de tu nombre; a los que padecen la tragedia de la guerra y a los que, sacando fuerzas de ti, cargan con pesadas cruces“, reclamó luego el Papa en las oraciones finales, invocando el nombre de Jesús catorce veces.

“Jesús, por tu cruz has hecho de todos nosotros una sola cosa: reúne en comunión a los creyentes, infúndenos sentimientos fraternos y pacientes, ayúdanos a cooperar y a caminar juntos; mantén a la Iglesia y al mundo en la paz”, agregó luego.

Veinticinco mil fieles en el Coliseo

El Coliseo, símbolo de la persecución de los primeros cristianos, volvió a acoger a miles de fieles -unos 25.000- que acudieron para participar en un rito que se remonta al siglo XVIII, en tiempos de Benedicto XIV, aunque fue retomado en 1959 por Juan XIII.

En la primera estación, para hacernos reflexionar está el silencio de Jesús ante el “falso proceso” que le condena, un silencio fecundo que “es oración, es mansedumbre, es perdón, es la vía para redimir el mal, para convertir tus sufrimientos en un don que nos ofreces”, explicó Francisco. 

Un silencio que el hombre de hoy no conoce, porque no encuentra tiempo para detenerse y permanecer con Dios y “dejar actuar su Palabra”, pero que “estremece”, porque enseña que la oración nace “de un corazón que sabe escuchar”. Luego, en la segunda estación, la cruz con la que carga Cristo recuerda experiencias que todos vivimos: penas, dolor, decepciones, heridas, fracasos, cruces que también nosotros llevamos. “Jesús, ¿cómo rezar ahí?”, preguntó el Papa, dando voz a una petición común, ¿cómo hacerlo cuando uno se siente aplastado por la vida?.

Meditación en el Vía Crucis
Meditación en el Vía Crucis RD/Captura

En la tercera estación, Jesús cae, pero tiene fuerzas para levantarse de nuevo; el resorte que le empuja hacia adelante es el amor, subrayó Francisco, “porque el que ama no se queda derrumbado, sino que vuelve a empezar, el que ama no se cansa, sino que corre; el que ama vuela”.

Después de la Eucaristía, Cristo nos regala a “María, el último don antes de morir”, según planteó el Papa meditando sobre la cuarta estación: la de Jesús camino del Calvario y su Madre, mientras que en la quinta, el Cirineo que ayuda a Jesús a llevar la cruz (quinta estación) nos hace reflexionar sobre la presunción de hacerlo solo “ante los desafíos de la vida”.

Una de las estaciones del Vía Crucis en el Coliseo
Una de las estaciones del Vía Crucis en el Coliseo RD/Captura

En las estaciones seis y siete aparecen primero un gesto de consuelo, el de la Verónica, que pasa a la historia y que nos sitúa ante Cristo, “Amor no amado”, que aún hoy, busca “entre la multitud corazones sensibles” a su sufrimiento y a su dolor, verdaderos adoradores, en espíritu y en verdad.

Luego Jesús cae por segunda vez, y volvemos a vernos en Él cuando aplastados por las cosas, asediados por la vida, incomprendidos por los demás, comprimidos “en las garras de la ansiedad” y asaltados por la melancolía. Nos dijo Francisco, es la estación de cuando pensamos que no podemos volver a levantarnos, o cuando volvemos a caer en nuestros errores y pecados, cuando nos escandalizamos de los demás y luego nos damos cuenta de que no somos diferentes.

“Los cristos humillados”

Tras la octava estación dedicada a las mujeres, Francisco propuso en la novena estación a Cristo despojado de sus vestiduras, y la invitación del Papa es a ver a Dios hecho hombre “en el sufrimiento”, “en quien está despojado de dignidad, en los cristos humillados por la prepotencia y la injusticia, por las ganancias injustas obtenidas a costa de los demás y ante la indiferencia general”.

En la décima estación, en tanto, nos dice que en la cruz, pues, “mientras el dolor físico es más atroz”, perdonando a los que “le están poniendo clavos en las muñecas”, Jesús nos enseña que podemos encontrar “el valor de elegir el perdón que libera el corazón y relanza la vida”.

Vía Crucis en el Coliseo
Vía Crucis en el Coliseo

En el momento más oscuro y extremo Jesús grita su abandono: ¿cuál es la lección que hay que atesorar? “En las tormentas de la vida: en vez de callar y aguantar, clamar”, sugiere Francisco, que en la duodécima estación se detiene en el ladrón que se confía a Cristo.

El pontífice nos llevó luego con sus meditaciones a una 13 estación con María, que en sus brazos acoge a Jesús muerto, al final del Vía Crucis, y que nos ayuda a decir sí a Dios, ella que “fuerte en la fe”, cree “que el dolor, atravesado por el amor, da frutos de salvación; que el sufrimiento con Dios no tiene la última palabra”. Y finalmente en la 14 estación, José de Arimatea, custodiando el cuerpo de Jesús para darle digna sepultura nos muestra que “todo don hecho a Dios recibe una recompensa mayor”, “que el amor no queda sin respuesta, sino que da nuevos comienzos”, que dar es recibir, “porque la vida se encuentra cuando se pierde y se posee cuando se da”.

Los otros Vía Crucis de Francisco

En 2013, para el primer Vía Crucis de su pontificado, Francisco había confiado las meditaciones a un grupo de jóvenes libaneses bajo la guía del cardenal Béchara Boutros Raï; en 2014, fue el turno de monseñor Giancarlo Maria Bregantini, arzobispo de Campobasso-Boiano; en 2015, monseñor Renato Corti, obispo emérito de Novara; en 2016, el cardenal Gualtiero Bassetti, arzobispo de Perugia-Città della Pieve. En 2017, el Papa había elegido como autora de las catorce meditaciones a la biblista francesa Anne-Marie Pelletier, la primera mujer galardonada con el Premio Ratzinger.

La cruz, en el Coliseo romano

La cruz, en el Coliseo romano RD/Captura

En 2018, en tanto, las meditaciones fueron fruto de pensamientos, preguntas y observaciones de algunos jóvenes de entre 16 y 27 años; Luego, en 2019, los textos giraron en torno al tema de la trata de seres humanos y fueron redactados por sor Eugenia Bonetti, misionera de la Consolata y presidenta de la Asociación “Esclavos nunca más”. En 2020, un año marcado por la pandemia, tuvo en cambio como protagonistas del Vía Crucis en el escenario inédito de una Plaza de San Pedro aislada, a los reclusos de la cárcel “Due Palazzi” de Padua. En 2021, fueron los scouts de Agesci “Foligno I”, en Umbría y miembros de la parroquia romana Santi Martiri di Uganda los autores de los textos. 

En 2022, Francisco puso “en el centro” a la familia y dio a distintos tipos de familias la escritura. Con la entonces recién empezada guerra, hasta hubo una ucraniana y otra rusa. El año pasado, como una especie de conmemoración de su primera década como pontífice, hubo textos tomados de testimonios, diálogos, discursos recogidos durante sus numerosos viajes apostólicos a los cinco continentes o en otras ocasiones, para recordarnos la necesidad de “voces de paz en un mundo en guerra”. 

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