23 de noviembre de 2024

El Papa reivindica el trabajo de los sacerdotes ancianos y enfermos durante la pandemia

Religión Digital, El Vaticano. El papa Francisco envió un mensaje a los participantes de la Jornada de sacerdotes ancianos y enfermos, organizada por la Conferencia Episcopal Lombarda, que se celebra este año en el santuario de la Madonna di Caravaggio, en la provincia de Bérgamo. La zona fue la más duramente afectada por la pandemia.

El pontífice compartió la alegría de esta iniciativa –“a pesar de las limitaciones necesarias para afrontar la pandemia- de dedicar un día de oración y fraternidad con los sacerdotes mayores y con los enfermos en una carta firmada el pasado 13 de agosto.

En su mensaje, el Santo Padre agradece a la Conferencia Episcopal Lombarda, que desde hace 6 años organiza esta jornada de oración y fraternidad, como también a la Unión Nacional Italiana de transporte de enfermos a Lourdes y santuarios internacionales (UNITALSI) y a todos los que trabajaron por el éxito del encuentro.

Fe en la vejez y la enfermedad

En la misiva, el pontífice desea agradecer de modo especial a los sacerdotes que viven el tiempo de la vejez o la hora amarga de la enfermedad, “por su testimonio de amor fiel a Dios y a la Iglesia, por la silenciosa proclamación del Evangelio de la vida, porque son un recuerdo vivo en el que apoyarse para construir el mañana de la Iglesia”.

A causa de las restricciones vividas en los últimos meses por el Covid-19, el papa Francisco subrayó que “hemos conocido lo que algunos de ustedes, así como muchos otros ancianos, experimentan a diario”. El Pontífice desea que este tiempo de prueba, “nos ayude a comprender que es necesario no perder el tiempo que se nos da; que nos ayude a disfrutar de la belleza del encuentro con el otro, a curarnos del virus de la autosuficiencia”.

Concluye su mensaje señalando que esta crisis mundial a causa del coronavirus, “puede ser una experiencia de purificación” para muchos y “para nuestra vida sacerdotal”.

Citando al profeta Malaquías, nos recuerda que la fragilidad puede ser “como el fuego del fundidor y como la lejía de las lavanderas que, elevándonos a Dios, nos depura y santifica”.

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