21 de noviembre de 2024

La vecina que me puso a pensar

Escritor Virgilio López Azuán

Por Virgilio López Azuán

Una vecina me preguntó, ¿por qué los muchachos de ahora son tan desobedientes? No pude evitar que mis pensamientos volaran a las teorías de Byung-Chul Han sobre la sociedad de hoy en su texto La sociedad del cansancio (2012).

En un flash pensé en diferentes movimientos juveniles a lo largo de la reciente historia, como el hippie, el de los jóvenes de la plaza china de Tiananmen, los jóvenes que utilizando la tecnología hicieron ganar las elecciones de Estados Unidos a Barack Obama y a Javier Milei en Argentina, y otros casos dentro y fuera del contexto de la pregunta de la señora.

En el ámbito de algunos países Europa y América, se culpa al fracaso de la educación, a la crisis en las familias, al declive de la moral y las religiones; a los avances tecnológicos, al papel del Estado —al asumir de manera funcional acciones que antes eran solo familiares— y otros argumentos. 

La tesis de Han habla de una sociedad carente de disciplina para convertirse en una de rendimiento, los sujetos no son “de obediencia”, sino “de rendimiento”, que son emprendedores de sí mismos. En una época de muchas incertidumbres e inseguridades, de supra e infravaloración del yo, del vacío provocado por la carga inmensa donde se forma el homo ad perficiendi, haciéndolo por todos los medios posibles.

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Pero a los lectores de hoy se les presenta un caos interpretar la sociedad por las múltiples teorías, las diferentes perspectivas, sujetos temáticos que se abordan por medio de los métodos de ciencias y otras formas no científicas (para no entrar en detalles). En la postmodernidad se pregona que el conocimiento es poder y las teorías del poder enfilan sus miradas en la acumulación del conocimiento.

Algunos piensan que se trata de la formación de un individuo humano cargado de datos y desarrollo del cerebro, pero con una evolución integral, incluyendo las éticas, la moral y religión humanista. Otros, a un individuo donde los datos sean acumulados por máquinas inteligentes, capaces de superar “un billón de veces” las capacidades de acopio de datos, velocidad de respuestas y multiplicación del rendimiento

No solo eso, que estas máquinas estén bajo el control de humanos —con cierta atención al desarrollo de inteligencias autónomas capaces de crear lenguajes propios y sociedades que atenten contra los humanos mismos—. Quizá el amable lector agregará otras formas, también lo haría… Pero lo dejaré de ese tamaño, aunque soporte juicios críticos, que también son válidos.

Contestar a esa pregunta

Contestar esa pregunta a mi vecina me puso en una encrucijada. Bueno… Pensé en el sentido de la conveniencia. Si soy opositor al Gobierno de turno, el responsable de todo eso, es el Estado. Si soy religioso: es el final de los tiempos.

Si soy economista, las teorías económicas, desde la aparición del trueque hasta el asalto en el sistema bancario, hay mucho que contar. Si soy matemático o físico, la respuesta se haría desde estas visiones temáticas de la desobediencia. Si soy sociólogo diría que el suceso es producto de una construcción social; si profeso alguna filosofía, muchas corrientes de pensamiento me darían un argumento para responder la pregunta; si soy psicólogo o psiquiatra, podrían imaginar cuales fueran las respuestas.

También que eso sería el resultado de la Sociedad del miedo (2014), del Aroma del tiempo (2015). Si por Martín Lutero fuera, “El trabajo nos llevaría a la salvación divina”, contraponiendo quizá algunas enseñanzas del cristianismo. O sea, que la salvación divina tenía como salida el trabajo.

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La pregunta que me hizo la vecina, deja a cualquiera en estado reflexivo, como ser político, social, o sujeto económico. Y entonces se piensa… Nada de eso se es de forma individual. Aquí entrarían las teorías de la identidad y todas sus complejidades. ¿A quién le creo?: A Zygmunt Bauman, el genio de la modernidad líquida, que decía que la libertad era no tener vínculos ni compromisos, o a Byung Han que la libertad verdadera está en los vínculos, en la integración, ya que la ausencia de vínculos provoca miedos.

En los casos de los miedos individual y social: los miedos viscerales o naturales como al de la muerte, y aquellos oriundos de la cultura, como lo explica Aung San Suu Kyi, premio nobel de la paz en 1991, de donde se puede inferir: “el miedo como justificador racional del orden entendido con fines de sumisión o acatamiento. En este sentido, se lo presenta como opuesto al desorden y a la anarquía, pues sin miedo sería inviable mantener la vida en sociedad” (De Río, E., Sétula, R. 2022. pág. 162).

Los individuos y las sociedades siempre crean respuestas al miedo dentro de su naturaleza racional y emocional. Porque las sociedades tienen respuestas para enfrentarlo, ya sea de forma automática o planificada.

Mientras más se fortalece el individualismo en sociedades como las de hoy, más reacciones y emociones se presentan como respuestas, mermando las colectivas. Pero las respuestas al miedo son muy diversas como forma de la “naturaleza humana”.

¿Eso quiere decir que se está perdiendo el miedo? Creo que no se perderá, pero se reacciona y actúa de manera diferente, con naturaleza individual —y si se hace colectivo—, muchos valores que han sostenido a sociedades humanas, se van cambiando por otros, en el orden político, social, económico y cultural. Unos tantos se sustituyen por antivalores y son practicados y aceptados, sin el miedo ni el pudor que antes los caracterizaba.

Cambios en las sociedades humanas

¿Todo lo anterior sucede por la dinámica de los cambios en las sociedades humanas? Si el comunismo es un sistema o religión con tantos cuestionamientos, el capitalismo de la misma manera es salvaje, como se describe en las críticas de Rerum Novarum y Juan Pablo II.

Si se verifican cambios en las reacciones al miedo, tanto natural como cultural, los sistemas políticos sufren estremecimientos. Por eso no es de sorprender que, China adopte cualidades del capitalismo antes mal vistas y los Estados Unidos coqueteen con medidas que eran sueños del comunismo, ambos dentro de sus esquemas imperiales, tratando de conservar o mostrar principios y esencias.

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Esos cambios en las dinámicas y manipulación política están cimentados con el miedo. Al existir escasas respuestas a las necesidades de humanos, principalmente en lo político, surgen dicotomías, con grandes diferencias. Surge en un tiempo un pensamiento social que apoya un Nayib Bukele, producto de colectivos hastiados del miedo y la violencia en El Salvador; surge en Argentina, un Javier Milei, un candidato populista que vence al peronismo desgastado.

Surgen gobiernos que se hacen llamar socialistas, comunistas, democráticos…, cuando en verdad son versiones caricaturescas, neodictaduras, populismos o pseudodemocracias. Son electos mediante los sistemas políticos vigentes.

Entre ellos hay personas consideradas por sociólogos y politólogos como “políticos atípicos”, definidos por sus ideas de gobernanza, acciones ideológicas, emocionales y hasta caóticas. Hay muchos que pueden nombrarse aparte de los mencionados: Abdalá Jaime Bucaram Ortiz de Ecuador, Pedro Castillo del Perú, Daniel Ortega en Nicaragua, Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Hipólito Mejía en República Dominicana (Lo atípico de este último se lo asoció por su lenguaje y su forma de comunicación), entre otros, —Seguro el lector agrandará el listado—.

Retomo la pregunta. ¿Se está perdiendo el miedo en los individuos humanos y colectivos? Vamos a los contextos. Cada sociedad, grupos de humanos; tanto en su origen y evolución: sus formas de construcción y visión del mundo —en tanto sus maneras de preservación, sus luchas de poder, sus estructuras de gobernanzas, sus creencias y hasta su honor—, conforman sus patrones de construcción y respuestas al miedo.

La ciencia ha despejado de la conducta humana muchos miedos, desde aquel mito producido, por ejemplo, por el dios del trueno, que resulta ser un choque de nubes, hasta el percibido en la sociedad de hoy por personas altamente sensibles.

La sensación de miedo difiere en su expresión, en la cultura islámica, cristiana, atea; en la asiática, americana o europea; pero forma parte de esa llamada “naturaleza humana”, que también es cuestionada como concepto. Esto así, porque el miedo en los individuos humanos es una reacción, que puede ser automática, de autopreservación.

Pero hay opiniones y perspectivas muy válidas para calificar la sociedad de hoy como “La sociedad del miedo”, lo mismo para decir que las “civilizaciones actuales” lo están perdiendo. Que se endurecen las estructuras que causan esos miedos, pero al mismo tiempo se generan catarsis individuales y sociales que se expresan de forma contraria, o sea, que hacen perder ese miedo.

Arriesgada reflexión

Este mundo de hoy es un mundo viejo a pesar de los avances del pensamiento, la ciencia y las nuevas tecnologías. Postulados presocráticos siguen tan vigentes como los de Edgar Morín, Zygmunt Bauman o los de Eugenio Trías. Todavía existen los postulados del alma, cuerpo y mente; mitos, nuevas formas de religiones y dioses. Somos seres fronterizos, somos sociedades complejas, seguiremos siendo individuo-especie- sociedad, al mismo tiempo, a la manera de Edgar Morín.

Hay serios cuestionamientos sobre el cambio climático desde China hasta América, hay negaciones y afirmaciones sobre las causas del fenómeno. La sociedad de hoy, los imperios, los reinados, las democracias, las doctrinas e ideologías, vienen borrando la memoria de todos. La memoria la tendrán las máquinas para que unos cuantos las utilicen como forma de poder, dominio, hegemonía.

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En esta sección no opino, solo reflexiono, pienso, divago: Los grandes relatos históricos de diluvios universales, registrados en libros sagrados; los grandes cataclismos sucedidos en el planeta, ¿sucedieron por cambios climáticos, por obra divina, por las leyes de la recurrencia u otro fenómeno? Hay avances científicos de posibles causas, pero también hay grandes incertidumbres. ¿Qué del eslabón perdido en la cadena evolucionista que da origen a los llamados humanos? ¿Qué de la creación divina en el jardín del Edén?.

Cuando mi vecina me preguntó, ¿por qué los muchachos de ahora son tan desobedientes? Bueno… Siempre ha sido así, dependiendo de la cultura, la época, las formas de gobierno, y el rol de las familias.

Ella quiso decir que ha fracasado la educación, que no respetan a sus padres, a los ancianos, a los vecinos… ¡Claro! Pienso, es que hay otras formas de dictaduras, es que el Estado le ha quitado el rol a la familia, es que las iglesias vienen perdiendo credibilidad, es que las luchas de poder han abortado ideas extrañas de dominio, subyugo, democracia y libertad.

Cada continente, país, sociedad e individuo, tiene sus propios relatos, y muy complejos, por cierto. En el caso de América Latina, donde muchos de estos países, por milenios, han sido subyugados, saqueados, desgobernados, segregados, divididos, explotados, abandonados, por todo tipo de civilizaciones e imperios, las complejidades se multiplican, muchos valores sociales se convierten en antivalores. Se les imponen nuevas formas de explotación con tecnologías que nos hacen vomitar, por las brechas económicas, educacionales y de gobernanzas impuestas.

Miré a mi vecina y después de un flash mental, le dije: deme un poco de tiempo para poderle contestar. El autor es escritor y educador.

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