21 de noviembre de 2024

Ibeth Guzmán, en “Tiempo de pecar” (1 de 2)

Ibeth Guzmán, escritora y educadora

Por Virgilio López Azuán

Apasionada en sus imaginarios Ibeth Guzmán nos presenta su libro Tiempo de pecar (Búho, 2017),donde incluye 43 relatos que se destacan por su brevedad, su simbolismo y la presentación de campos semióticos donde la realidad se encuentra dentro de espacios imaginativos con toques insondables. La autora está incluida en la antología Voces del Valle y publicó el libro de microrrelatos Tierra de cocodrilos (2011)Mujer en pocas palabras (2015) y otro texto de microrrelatos denominado Yerba mala (2015).

Como se aprecia, Ibeth Guzmán, de República Dominicana, incursiona en los textos breves, donde escruta con sagacidad sus espacios de expresión, procurando salir airosa de esa catarsis creativa, con fluidez y apego a su interés que van del realismo a lo simbólico.

Tiempo para titular 

En otros tiempos era difícil esperar que una mujer proclamara la expresión “Tiempo de pecar” y menos en el título de una obra literaria. Tampoco en los contextos de Cuba, Perú, República Dominicana y Venezuela, que algún escritor titulara un libro como lo hizo Pedro Antonio Valdez, El arte de singar (Santo Domingo: Hojarasca, 2015). Indudablemente que libros con esos nombres rompen con un modelo tradicional de titulación, donde se sigue otro canon de respeto a temas considerados intocables.

El pecado alcanza la categoría de “algo malo”. No se debe pecar por enseñanza y creencia religiosa. El que peca va para el infierno. Así lo han proclamado muchas doctrinas, principalmente la del pecado impulsado por el relato cristiano. Entonces, sería “malo” anunciar que existe un “tiempo de pecar”, sin que se suponga la incitación al pecado.

El erotismo y el pecado

Pero los tiempos van cambiando, las concepciones religiosas también. La lengua y el lenguaje van evolucionando, ciertos mitos van desapareciendo y mucho de lo sagrado ya no es tan sagrado. Es bueno dar una mirada a la condición posmoderna del individuo humano y los colectivos.

El sentimiento por lo divino ha venido generando cambios de perspectivas en cuanto a su percepción y su concepción. En realidad, esto no ha sido un proceso reciente, ya el hombre moderno había irrumpido en estos temas.

Los narradores han sido tan beligerantes como los poetas. El tabú hacia lo sexual, lo erótico y lo sensual, ha encontrado autores que se convirtieron en verdaderos desmitificadores. La poesía y la narrativa erótica dominicana que, dicho sea de paso, con escasos cultivadores, han permitido cierta ruptura en la concepción de ese universo temático al cual nos referimos.

Citaré algunos ejemplos: la novela Catedral de la libido del autor Avelino Stanley (Cocolo editorial, 2003) y El callejón de las flores de Ligia Minaya (Editora Manatí, 2004. Segunda Edición) y Los oficios del placer de Luis R. Santos.

En el caso de Tiempo de pecar, los relatos no son de carácter erótico, pero en el imaginario del concepto pecar prevalece, en las doctrinas religiosas, la lujuria o la fornicación, luego el acto de matar, como algo malo. En fin, en la mayoría de los que leen el título de ese libro, le asaltan los pensamientos en primera instancia de que el contenido del mismo está asociado al pecado de la fornicación y de matar, no siendo así.

El pecado se expresa en las escrituras cristianas, por primera vez, en una pareja, y en el texto que seguimos, la mayoría de los relatos vinculan a una pareja, como son los casos: Vidas repetidas, Ley de Dios, La última rosa, El bar del amor, Canción de amor, Mi muerte en su vida, Princesa de media noche y días interminables, El novio y su perfil, Oh, Paris, entre otros. Cabe destacar que varios de estos relatos dejan entrever en sus tramas una especie de “pecado”.

El ejercicio de imaginar 

Se ha dicho que la imaginación es más vasta que el conocimiento, que son insondables los caminos que se transitan por ella. Que una vez tomado uno de esos caminos, también lo insondable asalta y ese tránsito se puede hacer de forma algorítmica o caótica.

Se establece un canal rico en imágenes y conceptos producto de la compleja actividad cerebral que permite la elaboración de tal o cual discurso, ya sea prosaico o poético. Sobre algunos de esos caminos de la imaginación transitó Ibeth Guzmán para componer sus relatos. Una vez en los carriles, se enfrentaba a la arquitectura del relato mismo, a ese cuerpo de palabras, frases y oraciones que le permiten emitir su verdad prosaica tratando de elevarla, en ese género, a un estado poético.

Y es allí donde el que escribe “saca de abajo”, utiliza la lengua y con un lenguaje emancipador, lanza al mundo su verdad, la que ha construido en su interior y debe hacerla brotar. Esa verdad epistemológica, construida en su propia fragua la cual debe expulsar, convertida de crisálida a mariposa. El autor es escritor y educador

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