“El Orbe Per Verso sin poesía” de Rannel Báez (IV
Por Virgilio López Azuán
En el libro Orbe Per Verso sin poesía, de Rannel Báez, ¿qué es poesía en el movimiento llamado Aliteración? ¿Cómo la identificamos? Según el autor, la poesía “es muchas cosas”, principalmente cosas raras, citamos: “la poesía es gusano belicoso, bicho cerebral y arbitrario”, es «“un peligro, membrana “sicorrígida”», es “tronera, una barriga sin hambre”, es “un fantasma de pobre, respira salmos farmacéuticos, un corcho repleto de bien y de mal”, es “un guijarro sin sangre”, “espacio de carburo”, “imán sin polos”, “falo clandestino erecto”, es como “un cable tragado”, es “lo sucio sobre lo limpio” y “lo que más se parece a la poesía es la mierda”.
Se presume que estas definiciones son aplicadas a los antipoetas o pseudopoetas. Preguntamos ¿Y qué cosa es eso que llamamos poesía? ¿Eso oscila entre lo bello, lo feo, lo siniestro y lo horrendo? ¿Será de esas definiciones que saldrá el concepto de poesía en esencia? ¿Se cumplirá el postulado filosófico de que lo siniestro u horrendo es condición de lo estético? Porque para este analista, la poesía que se ha definido anteriormente es totalmente diferente a las concepciones preestablecidas, es siniestra.
La poesía no se expresa por lo bello. Tolstói hubiera dicho, eso no es poesía, por qué llamarla así, ni siquiera habría que hablar de eso. En esas definiciones presentadas por el autor, la condición de belleza de la poesía no es expresada. Y ¿Qué tiene la poesía? La poesía tiene semen: “El semen de la poesía no es sustancia de aborto / no es crema de sexo / goma de probeta” (pág. 41).
Tiene orina: “La orina de la poesía / no es riñón de piedra / y cálculo / no es caño amarilloblanco hediondo a mostaza…” (pág. 41). Tiene sudor: “El sudor de la poesía es magma serpenteante / magma / mar en murmullo de gaviotas” (pág. 41). De esa manera lo expresa en el tercer movimiento llamado de Secreción.
Como lector preguntaría ¿Por qué el autor tomó órganos y secreciones de humanos para definir la poesía, si la poesía y el humano antipoeta se contraponen? Si la poesía no es humana, lo humano es un fiasco y tiene humo de soberbia, como lo expresara en versos anteriores. Es más, la poesía, en el texto, no vale la pena, tampoco la pena vale la poesía misma.
Eso lo expresa el autor por medio de un retruécano: “Entonces la poesía no vale la pena / la pena no vale la poesía / de norte a sur / el vendaval de sur a norte / la miseria de la misma desgracia / el poema / sobre el tremedal” (pág. 58).
La secreción
En este movimiento, el llamado de Secreción, nadie puede decir que es poeta porque alardea. Aquí “lo humano te animaliza / el ser flaquea” (pág. 35). No puedes ser humano, lo humano está en contraposición con el ser. El ser no es de humano ¿De quién será? Porque el poeta no es Dios, según la concepción expresa: “… porque el poeta no se anuncia / no tiene yo / no es un dios, por suerte” (pág. 35). El poeta no tiene yo ni es un dios.
Veremos: ¿Qué de malo hay en que alguien se autodefina poeta? ¿El poeta es “algo” fraguado en la utopía? ¿Quién habrá sentido la sensación alguna vez de ser poeta? Ya hemos descartado que el poeta no es aquel que escriba bien o mal, porque la palabra, el lenguaje quedó descartado de este discurso. ¿Cuál es la herramienta que utiliza el individuo humano (por no decir ser humano) fuera de la palabra y el lenguaje para hacer poesía?
Podría ser que se haga poesía sin palabras, sin utilizar algún idioma, pero toda poesía, toda expresión de humanos, está dotada de un tipo de lenguaje. ¿Por qué esa exclusión de la palabra y del poema escrito como muestra de poesía?.
Existen metáforas populares para definir a personas que cultivan otro tipo de arte y denominarlos como poetas, por ejemplo, una persona que haga una obra pictórica con grandes niveles artísticos, comúnmente suele llamársele poeta del pincel, poeta de los colores, poeta de la luz y de la sombra; como en la música, poeta del piano o de la guitarra; o en la arquitectura, poeta de la curva, como se le decía Oscar Niemeyer (1907-2012), arquitecto brasileño, por sus magníficos proyectos. Pero esta denominación siempre será en lenguaje figurado por haber alcanzado niveles estéticos superiores en el manejo del oficio o el concepto temático.
Al poeta o antipoeta que quiere referirse el autor es al pedante, al que alardea de su poesía, de lo que escribe: “Quien dice que es poeta / muere por convicción. / Es poco poeta quien dice cuanto es / no seas corista malandro” (pág. 35). Conozco poetas que alardean de lo que escriben y son excelentes poetas, como conozco a otros que no “hacen ruidos” y son muy malos poetas (Cuando hablo de malo me refiero al mal uso del idioma, el lenguaje poético, la construcción lingüística, el abordaje de los contenidos, el dominio de los campos semánticos, semióticos, etc.).
El concepto antiguo de la palabra pedante no tiene la misma connotación que la de hoy. Un pedante en la antigua Grecia era un tipo de maestro que enseñaba a los niños la gramática yendo a las casas. Entonces no ha de esperarse que el poeta, quien tiende a manejar el idioma, la gramática, que ande creando con la palabra, se vea como un pedante, además de que eso se acompañe con ciertas actitudes como la arrogancia, inmodestia, presunción y hasta ser literato como sinónimo de pedante.
O sea, que el ser literato ya te aproxima al concepto de la pedantería en la acepción más moderna de la palabra. En estos tiempos, alguien que vaya exhibiendo sus realidades y verdades por medio de la palabra, de la estética, está en riesgo de ser considerado pedante o hipócrita si no muestra signo de humildad. No sé porque tanto preocupan esas actitudes, lo importante es la obra.
En el mundo de los poetas existen anarquistas, sabelotodo, rabiosos, blasfemos, obcecados, rebeldes, desajustados sociales, sinceros, equivocados, irreverentes, desmitificadores, arrogantes, humildes, maravillosos, excelentes, etc., hay de todo. Antiguamente, los poetas eran considerados como oráculos, personas influyentes, de gran valor para la comunidad y una buena posición en la estratificación social. Hoy eso dista de ser así.
La connotación de un poeta en el mundo posmoderno supera los límites de los conceptos antiguos. No solo es una persona de poca importancia, sin que importe mucho o poco lo que escriba hasta ser considerado como si fuera un loco. La poesía y los poetas parecen haber perdido utilidad y función educativas. Es como volver al origen.
Ya se recuerdan los planteamientos de Platón con respecto a la poesía y a los poetas. Platón consideraba que los poetas tradicionales no debían ser los educadores de entonces, su crítica se basaba “en esa función de los poetas dentro de la moral tradicional y el sistema educativo, en el cual los principales manuales de textos son de Homero, Hesíodo, Orfeo, Arquíloco, Píndaro, Esquilo…” (Pájaro, 2013), entre otros, aunque el mismo Platón reconoce una modalidad de mimesis que sobrevive a la censura, pero continuando con la tradición crítica a las deidades olímpicas de entonces. O sea, que no es nuevo la crítica a los poetas, Platón criticaba su función dentro del canon moral y su rol en el sistema educativo, principalmente en la pregunta sobre la utilidad de la poesía.
En Orbe Per verso sin poesía, como habíamos referido, hay una crítica mordaz a los pseudospoetas, pedantes poetas, a la lengua y al lenguaje. Sin embargo, no se observa el porqué de esa base crítica, que no sea la actitud de humanos de creerse dioses, de su expresión de jactancia, vanidad o sabelotodo. (CONTINUARÁ). El autor es escritor y educador.