12 de noviembre de 2024

Desde la inteligencia artificial… ¿Hacia una nueva espiritualidad?

Escritor y Académico, Virgilio López Azuán

Por Virgilio López Azuán

De entrada al tema

Cuando se habla o escribe de espiritualidad, comúnmente la primera asociación del término es con lo religioso. Sin embargo, el concepto penetra a la hondura de lo místico, emocional, interior, incorpóreo, mental, cultural, sensible, inmaterial, entre otros.

No se asocia directamente con la materia, al contrario, la materia es “materia aparte”. La ciencia por mucho tiempo ha apuntado hacia la conquista de cierto tipo de espiritualidad, tratando de establecer verdades relativas e inmutables.

Lo mismo que el arte y la filosofía, desde tiempos inmemoriales, no se cansan de la búsqueda de espiritualidades que ocupen el supuesto vacío de la materia, generen paz interior, den propósitos a la vida y a las relaciones con los demás.

El individuo humano alcanzó una clase de espiritualidad cuando el mundo era definido por los mitos, la magia y el misterio. Se desarrollaron todos los tipos de miedos, avenencias, oposiciones, veneraciones y sumisiones. El carácter espiritual se manifestaba en petroglifos, en poemas tradicionales, en cantares, rituales y otras huellas creativas del hombre antiguo.

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En la modernidad se crean y se afirman grandes relatos como el liberalismo, el socialismo, el fascismo y el cristianismo. Cada uno de ellos entró en verdaderas crisis con los postulados y el desarrollo posmoderno. Lo que era integrado y fundamental entró en franca dispersión y hasta en disolución en ciertos aspectos y principios sustentadores.

La ciencia y la tecnología penetraron en el espacio de la posmodernidad, que han ensanchado los alcances de la misma, acuñándose los términos de hipermodernidad, modernidad líquida o sociedad del cansancio para explicar los acelerados procesos de cambios.

Los cambios de paradigmas científicos, tecnológicos, culturales y religiosos han develado realidades que presionan los modelos de concepción del individuo humano del presente, principalmente el occidental. Aquel, convertido en un ser menos plural, desprendido de su propia identidad, sin interesarse por los vínculos con los demás, al menos que no sea por los intereses. Lo hace fuera de las éticas clásicas y las de recién construcción social, porque en ese nuevo modelo la ética ha muerto.

Relatos y búsquedas

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Se fabulaba con extrema facilidad, porque las necesidades, emociones y pensamientos de entonces construyeron espacios culturales para tales fines. Las fábulas impregnaban en individuos y colectivos tribales, no solo momentos de felicidad, sino de terror y desconcierto. De ahí se originan importantes relatos y metarrelatos religiosos, épicos y filosóficos.

El periodo presocrático marcó una época, la cual soporta un detenido análisis, porque los filósofos de entonces no solo intentaron descubrir el principio último del cosmos, sino de aquello desde donde todo procede y de qué está compuesto. Junto con antiguas y contemporáneas religiones, apostaban a la solución de preguntas sin respuestas que eran y son propias de sus épocas.

Visto desde la filosofía socrática, por medio de Fedón, el cuerpo debe producir una catarsis, que es la purificación del alma por medio de la negación del cuerpo (de la materia); desatarla de sus lazos. En la religión, a través del desarrollo espiritual, se busca lo sagrado. Se reconocen pensamientos y experiencias del alma. Todo sucede en busca de respuestas a propósitos vitales.

La ciencia trabaja con métodos objetivos, verificables, palpables a los sentidos y las lógicas del pensamiento racional. Su trabajo, aunque aborda los campos teóricos, centra su atención en lo tangible y procura que el resultado sea el mismo en todos los contextos, o por lo menos, que la probabilidad estadística arroje valores de verdad aceptables.

Ideas revolucionarias

Sin duda, el desarrollo de la ciencia, el uso de tecnologías e inteligencias artificiales (IA), plantean una nueva mirada al planeta y al universo. Visionarios, no solo científicos, sino artísticos, idealizaron y concibieron ideas revolucionarias en muchos momentos de la historia humana. 

No debe olvidarse a Leonardo da Vinci, quien diseñó un robot o autómata (1495), basándose en la obra de Vitruvio y los autómatas de Herón de Alejandría.  Además, varias muestras las encontramos en Julio Verne, por ejemplo, en la novela De la Tierra a la Luna (1865) que fue la primera ficción escrita para describir de forma científica el envío de un objeto a la Luna.

Las tecnologías cambiaron el rumbo de civilizaciones enteras, desde la utilización de la rueda o la polea hasta las más avanzadas IAs del mundo actual. En el antiguo Egipto ya se practicaban trepanaciones craneanas (algunos argumentan que hacían trasplantes de cerebros), pero no existen evidencias científicas de ello.

Con la tecnología moderna se cree que es muy difícil esta práctica por la complejidad en la estructura de ese órgano y su difícil conexión con la médula espinal y el resto del cuerpo de quien lo recibe. Es importante destacar que se han realizado experimentos con animales, y en el caso de los hechos por el neurocirujano Robert J. White (1926-2010), quien realizó millares de operaciones quirúrgicas, entre ellas, trasplantes de cerebros de animales. Uno de ellos lo hizo de un mono a otro, el animal quedó paralizado desde el cuello hacia el resto del cuerpo.

Incluiremos también las experiencias de los cíborgs, que por medio de implantes en el cuerpo humano están revolucionando la experiencia de percepción de lo real, lo cual podría derrumbar postulados filosóficos sostenidos por mucho tiempo sobre ese tema.

Implante de chips

Recientemente, Elon Musk y su empresa tecnológica Niralink anunciaron al mundo el primer implante de uno de sus chips cerebrales que tiene como objetivo “conectar cerebros humanos a computadores y ayudar a tratar afecciones neurológicas complejas”. Por simple deducción se podrían generar ciertas hipótesis. ¿Ese es el único propósito de la empresa? ¡Claro que no! Detrás de “tanta belleza” siempre hay otros argumentos para el desarrollo de las tecnologías. Solo el tiempo lo dirá. En tanto, este magnate de las tecnologías, con su proyecto SpaceX y su empresa de cohetes espaciales, pretende poblar al planeta Marte de seres humanos.

Uno se pregunta: ¿intuye Musk el fin de la vida en el planeta Tierra? ¿Será el planeta Marte una alternativa para que la presente especie de humanos no se extinga? ¿Intentará establecer nuevas civilizaciones donde él ejerza un poder como el de los dioses? ¿Se construirá una nueva espiritualidad? Quizá estas hipótesis están formuladas a destiempo, sin embargo, no deja de ser un ejercicio teórico generador de interés.

Tránsito a una nueva espiritualidad

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Por su lado, la producción masiva de robots permite y permitirá que ciertos tipos de trabajos del presente ya no sean ejercidos por individuos humanos. Eso va tan rápido que ya al acceder a ciertos programas tecnológicos hay que enviar una señal para descartar si quien acciona es un robot o un individuo humano.

La relación humanos-robots –IAs-, supone la construcción de nuevas éticas y estados de relaciones similares y diferentes a la vez. ¿Hasta dónde la mente, los sentimientos, los pensamientos y las emociones humanas se vincularían con las máquinas? ¿Y si las máquinas adquieren autonomía e identidad propias? No faltarían los relatos de adoración a “ciertas máquinas” con grados de espiritualidad. ¿Habría sumisión y de cuál de los bandos?

La nueva espiritualidad desacralizaría a religiones de dioses antiguos, modernos y contemporáneos. Eso podría ser. Habrá que vivirlo. El autor es escritor y educador@VLopezAzuan.

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