Convertir deuda en inversiones ambientales
Por Guillermo Caram
Narran las escrituras que Yahvé reprendió al pueblo hebreo por “dura cerviz”. Los daños causados por tormentas recientes, intensificados por cambio climático, permiten darle ese calificativo a quienes no internalizan depredación ambiental como causa de intensificación de furias de la naturaleza.
Tampoco internalizan que el blindaje ante esas furias sería actuar más compatiblemente con la naturaleza. Protegiendo las especies endémicas en nuestras montañas y cuencas, y nuestros cauces hidrográficos, para evitar erosión y sedimentaciones; sembrando especies arbóreas compatibles con las endémicas para hacerlas resistentes a inclemencias climatológicas; explotando agropecuaria en zonas cuyas pendientes y suelos sean apropiadas para ello, levantando edificaciones seguras, cuidando trazados de carreteras y calles con el debido drenaje y desagüe, proporcionando solidez a vallas y letreros.
Preparar la nación para ello requiere enormes recursos que no se obtendrían en unas finanzas públicas tozudamente privilegiante de un gasto corriente que viene incrementándose sostenidamente; presupuestándose hoy gastar RD$7 por cada peso a invertir.
Procurarlos con nuevos endeudamientos conllevaría acelerar el crecimiento vertiginoso de la hipoteca nacional ante una deuda pública consolidada que está creciendo cuatro veces más rápidamente que el PBI en lo que va del presente siglo.
Pretender que el sector privado efectúe inversiones significativas en estos campos constituye una pretensión vana dado los altos niveles requeridos y la baja rentabilidad de algunos conceptos.
Hay necesidad de procurar nuevas fuentes de recursos.
Una de ellas podría ser convertir pagos correspondientes por concepto del servicio de deuda pública en inversiones ambientales. Obviamente se requerirían negociaciones, armoniosas, con acreedores cuyas políticas contemplen estas operaciones; aprovechando múltiples experiencias y programas existentes, nacionales e internacionales, al respecto.
Disponiendo de un economista como ministro de Medio Ambiente, estas competencias institucionales y profesionales proporcionan las condiciones ideales para impulsar este tipo de operaciones.
Adicionalmente, dada nuestra geografía isleña, operaciones como estas pudieran contemplar nuestra vecina nación; proporcionándole a la comunidad internacional, tímida y desconcertada en su proceder con Haití, una excelente oportunidad de acción beneficiosa para todos: nuestra nación, la isla y ecosistema global. El autor es ingeniero y exgobernador del Banco Central. [email protected]