4 de diciembre de 2024

“Al filo del vuelo poético” de Evelyn Ramos Miranda

Escritor y Académico, Virgilio López Azuán

Por Virgilio López Azuán

Casi nunca leo los prólogos de los libros antes que su contenido. De esa manera no entro con juicios previos a la lectura. Encuentro a veces coincidencias en algunas opiniones, comentarios o estudios críticos. Eso me satisface y me siento muy bien ante las coincidencias de criterios.

Pero cuando nada coincide con mis juicios elaborados, mi satisfacción se convierte en lo que he llamado “ansiedad analógica”, por las diferencias entre los textos. Esa “ansiedad” para mi es excitante. Podría calificarlo como un síndrome del ego por la originalidad.

En ese caso se plantea un nuevo desafío intelectual; comparo las técnicas utilizadas por los prologuistas, los puntos de partida, el abordaje de los temas, los metamensajes, los elogios a los autores, la motivación para que compren el texto, y sobre todo, los componentes éticos que sustentan esos pasajes de entrada a los contenidos de los libros.

Sin embargo, aunque no leo los prólogos de primero, siempre leo los nombres de los prologuistas. Si los conozco y sé de sus capacidades, les presto mucha o poca atención según corresponda. No caigo en el extremo de la falacia ad vericundiam por los riesgos que esta implica, pero guardo mis reservas y cierto respeto previo.

En el libro Al filo del vuelo (2023) de Evelyn Ramos Miranda he leído que opinan sobre él, Odalís G. Pérez, Basilio Belliard, Alexandra Brito (escritora ecuatoriana a quien no conozco), César Sánchez Beras, Fernando Maclanil (colombiano, a quien tampoco conozco) y Valentín Amaro.

Hasta ahora no he leído el libro ni los prólogos, solo los nombres de los autores. Aquí haré una pausa para hacer mi tarea de lectura. Reitero, leeré el texto primero y luego los prólogos, opiniones, críticas o comentarios según el orden de aparición…

He vuelto, lo he leído todo

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Portada del libro.

Para establecer un orden citaré argumentos de los prologuistas sobre la obra Al filo del vuelo de Evelyn Ramos Miranda.

El maestro Odalís G. Pérez dice que el poemario Al filo del vuelo es un «texto que surge de una convicción poética asimilada al sentimiento de una existencia individual y sobre todo afirmada en un poema dicho y escrito: “Se me pierde el verbo en este otoño poblado de luces…”.» (p. 8). 

El crítico dominicano destaca el dinamismo poético, las señas de identidad, los ritmos, puentes poéticos, series tonales expresivas, los mundos de la autora, la relación vida-poeta en este libro y, finalmente, la identidad creadora de Ramos Miranda.

Por su parte, el destacado crítico y poeta dominicano Basilio Belliard, en un texto más breve, dice del libro: “Al leer el poemario de Evelyn Ramos Miranda, Al filo del vuelo, asistimos a un tiempo y a una estética en las que se abrazan el dolor y el placer, el deseo y el erotismo” (p. 11).

Además, apunta Belliard que este poemario “es un diario de viaje, en que su autora nos transmite visiones, contemplaciones, miradas y evocaciones de su ser errante, al filo de la navaja del amor y el erotismo…” (p. 12). Asimismo, Alexandra Brito dice que la poética de Evelyn Ramos Miranda “se apropia de los multiversos de la taumaturgia; repentinamente los talones de su alma alcanzan peldaños inverosímiles” (p. 13).

Mientras que César Sánchez Beras expresa que Al filo del vuelo “es una aventura rasante sobre una poesía vigorosa, sensual y aguerrida” (p. 15). Fernando Maclanil escribe del poemario que: “Sin lugar a dudas, una tristeza atraviesa toda la poesía de Evelyn, por eso se resiste a remodelarse en el presente, así crea tanto en ese vuelo secreto, pues constantemente está buscando sus labios en un beso que no le pertenece, no obstante, en una caricia que se llevó parte de sus manos, pero que, no obstante, le permite endulzar la sal de sus miedos” (p. 17).

Y, finalmente, Valentín Amaro expresa que el libro de Evelyn es “un poemario de factura fresca, atrevida, sentida y vivida. Es su canto, un torrente y un asombro, propio del que explora el misterioso mundo de las palabras”. (Contraportada).

Una mirada particular

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Evelin Ramos Miranda • Escritora. Foto: ©Emil Socías

Al filo del vuelo es un libro donde se incluyen 56 poemas escritos de forma prosada. Entre ellos citamos: “Plegaria”, “Trampa”, “Tentación”, “Después del ventanal”, “Queda cicatriz”, “Todo está negro”, “Todo se escapó”, “Certeza”, entre otros. No aparece ningún poema con el nombre que le da título al libro.

En este caso, la imagen está, permea toda la poesía de Evelyn Ramos Miranda. Así es, alguien se ha ido y ha dejado “cadáveres negros”, huellas fosilizadas, marcas de una partida. La poeta tiene un cordón umbilical atado a sus emociones que late con penas, esperanzas y erotismo, aunque a ratos, solo sean filigranas de la metáfora perfecta del amor.

Lo confieso, este es un poemario expresivo, de amor fundamental y esencial. No solo precisa del erotismo, la ternura, lo romántico… Precisa de eso y mucho más. Es un texto sensible donde todo cabe: los mundos que gravitan en una esfera de pasión y apego, que sobrepasan lo material y superan la plática y los duelos de amor de todos los días. Hay actos telúricos, astrales, siderales y mágicos. Es un enlace alquímico y sacro, contemplativo y etéreo, planetario y cósmico.

Hay expresada en estos poemas una fértil imaginación, un lenguaje de mundos, fluidos entre las palabras e imágenes. Se palpa la prolongación de la ausencia, la soledad, el olvido y la espera de un amor fosilizado en los recuerdos y los deseos.

Su última luz azul

Tomaremos la primera oración, de su primer poema “Plegaria”, escrito en el libro. Dice: “No te alejes como la llama que se extingue en la suavidad y dulzura, de su última luz azul” (p. 19). «No te vayas ahora. Regálame unos días más»(Ibíd.). Ahora, el último párrafo del último poema.

“Hoy, amor, sé con toda certeza que develan los velos del decorado final, que nunca escaparé de tu lugar sacro, porque me quedo sin pertenecerte” (p. 77). En el primer caso, alguien se marcha y se le pide no alejarse. Se va y es “como que se extingue”. Hay una petición.

Pareciera que el alejamiento no se produce por una ruptura traumática, porque nadie de esa forma se iría con una luz azul. Simplemente, se va y se le pide de regalo unos días más. Hay un ruego. Es como si alguien se fuera sin motivos.

Por cierto, a lo largo del libro, no se justifica la partida. Es un amor que no se marchará nunca, al menos del alma y la imaginación. Es cuasi sacrosanto, pero de humano, de mixturas, donde cabe todo, lo sublime y lo promiscuo, la luz de la vida y lo odioso.

Aunque se develen los velos del decorado final, aunque se haya muerto, porque «Al pie de mi lápida en blanco, yo, la infrascrita, cabalgo en tu cintura, redimo en tu costado todas las promiscuidades firmes y odiosas de la vida“(Ibíd.).

Lo erótico es componente de lo sacramental. El poema más erótico del texto es “Postulando”. Leamos: “Un tabú se cae desde mi sexo abierto…”, “Y exhibo sin sonrojo, sin pudor, esta lujuria que abro al decorado final de tu embestida sin resistirme…”, “Desabordándome como una catarata, sin sostén, sin ángulos definidos en sus manantiales turbios, corriendo sus aguas bien abajo” (p. 72).

Esto no quiere decir que Al filo del vuelo sea un texto erótico. No lo es. A pesar de ello, el poema precitado es una descarga fulminante, sensual y total, donde lo erótico alcanza un desborde de lo sexual, desinhibido, catártico y telúrico. Se coloca al filo del vuelo carnal de las pasiones…

La pérdida y el color azul

La pérdida no se asume como tal. Ahora debe rescatarse lo que no está, al menos físicamente. El poema “Infrarrojo” lo describe. Se inicia una búsqueda, con rayos infrarrojos, se sondean los abismos, los sueños… para encontrarlo en su triste perdición, “pues luces extras infrarrojas al plenilunio, peldaño del séptimo abismo.

Y ahí estabas con tu mirada tímida, imbécil, en ese infrarrojo triste de mi perdición» (p. 44). El adjetivo imbécil no está utilizado en término negativo o insultante, no. Es una descarga discursiva con otra connotación, contraria a su acepción más conocida.

Es como si fuera una expresión en un culmen exitoso ante lo encontrado. Si no se explica de ese modo el adjetivo mencionado se colocaría en lo que he llamado la materia oscura del lenguaje, y por tanto, no aporta poesía al texto. A nada deseado o rogado se le llama imbécil.

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Evelyn Ramos Miranda • Escritora. Foto: ©Emil Socías

A pesar de que la poeta sabe que su amor está en un estado fosilizado —o muerto—, en el poema “Tratando” realiza todos sus esfuerzos para que la vida le quite ese “luto”, esa huella, ese cadáver, habitante en el nicho de su alma. 

La poeta cuenta estrellas, baja a playas azules, entrega su abstinencia más pura, sopla su aliento más bello al viento, y reza, inigualables plegarias. Nada de eso le valió. La poeta dice: “Sigo esperando que la vida me quite este tiente tan negro y me devuelva algún día el azul de mi playa marchita” (p. 52).

Destaqué la palabra azul porque este color es simbólico en el lenguaje poético de la autora. Si nos devolvemos a la primera cita de su primer poema, cuando le dice al “amado” que no se aleje, ve que se extingue en su “última llama azul”.

Leamos: “En estas añoranzas de soles azules, de esas mañanas que se escurrieron de la inocencia” (p. 23). «Cuando pienso en la sonrisa de ese amor bonito que jamás volví a mirar” (Ibíd.). ¿Por qué el azul? A pesar de todo, en los últimos escondrijos del alma. ¿Estará evocando al que se ha marchado? Lo hace con rastro de lo azul, como si este color representara en su naturaleza una relación intensa de amor, del que ha perdido o se ha marchado, y también, con Dios.

Poesía de la purificación

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Evelyn Ramos Miranda.

El poema “Todo está negro” es uno de los más lacerantes para el alma de la poeta. Es el culmen de la pena, la ausencia, el dolor, la soledad, el grito, los alaridos. La muerte llegó al escenario, dejándolo todo negro. “Mi playa está negra y mis pájaros duendes chillan el más cruel alarido” (p. 62).

Es la metáfora mejor lograda en el texto por la partida de alguien. Lo hizo la muerte. “Se llevó su alma, su alma de escarcha colorida, de estrellas envidiadas, de danza tan perfecta.”(Ibíd.). Resulta después una poeta traumada de repente. De ahí surge el poema “Y de repente”.  Dice: “Un trauma que se lleva y desprende un sueño de algodón naciente” (p. 67).

En ese poema también encontramos lo siguiente: “Las luces del alba, tal vez, sean funestas y no rellenas de prodigios” (Ibíd.). Ante todo, su drama presiente con visión pesimista las luces del alba, unas luces sin maravillas o milagros.

En algunos poemas como “Ahora” y “Siempre” hay desdoblamientos y tránsito por lo etéreo. Se describen los paisajes, quizá oníricos, quizá astrales. En “Siempre”, se advierte un lugar de adoración, eterno, ya que siempre estará Dios para ser adorado. “En el aire de los cardinales suaves y recios. En los cielos infinitos de radiante majestad.

En las flores que prodiga la eterna natura. En todos los mares circundantes de hermosura, la tierra inmensa… siempre estarás para adorarte mi Dios” (p. 74). Es el poema más espiritual de todos, donde la borrasca de la pena, la tristeza, la pérdida, la partida, han desaparecido para extasiarse ante la imagen divina.

La poesía de Marilyn está hecha con fulgores, viene como rayo intuitivo. A veces existe un hilo conductor entre poema y poema. En otras tantas, hay saltos como para alcanzar la respiración perdida por la catarsis. Por eso no es raro la aparición de “Un caballo en Turquía”, “En el desierto de Dubái” o “Frente a la mezquita de Abu Dhabi”. Poemas estos de tipo descriptivo, escritos como si fueran producto de una experiencia física de observación. El desdoblamiento poético alcanzó importantes niveles en la captura de las esencias.

Antes de terminar diré que los prólogos escritos en este libro por los destacados escritores tienen sus propias miradas. Los puntos de coincidencia con este artículo, son más notorios con lo dicho por Basilio Belliard. Recuerden, esta columna en este diario digital se llama “Otra mirada». Es lo que trato de hacer.

En fin, la poesía resuelta en el libro Al filo del vuelo es de esencialidad. Nada de superfluo. El lenguaje no es oscuro y no está presente el barroquismo que salpica estos temas. Las metáforas brotan del torrente intuitivo; la armadura del texto se ajusta a una estructura de pensamiento y lenguaje articulada desde la fuente intuitiva. Lo sensible, emocional, imaginativo e intelectual combinan sus energías para producir una poesía catártica. El autor es escritor y educador@VLopezAzuan.

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