Presentan la 42ava muestra individual del artista plástico Willy Pérez
Santo Domingo. El Centro de cultura y artes dejó inaugurada la cuadragésimo segunda exposición individual del destacado artista Willy Pérez, titulada “Canto del amor y de los días”.
Willy Pérez (Guillermo Pérez Rojas, nació en Santo Domingo, 1956) es el primogénito del maestro Guillo Pérez, a quien, junto a su madre Ana Rojas, agradece por haber apoyado su vocación y formación artística.
Este autor es uno de los cultores de las artes plásticas dominicanas que mantiene una presencia más intensa en el espectro artístico nacional e internacional ya que se ha mantenido participando en exposiciones colectivas locales y foráneas, en Europa, Estados Unidos y América Latina.
Está incluido, por esto, entre los cultores de las artes visuales nacionales que más presencia tienen en el ecosistema cultural y el mercado artístico.
Su trayectoria, continuidad y la creciente calidad de su expresión le han permitido ganar un amplio reconocimiento, derivado de haber renovado y enriquecido —desde su propia visión, temperamento y sensibilidad— el legado nacionalista, expresivo, colorido y matérico dejado por su padre, el maestro de las artes nacionales Guillo Pérez, del cual —sin embargo— se ha diferenciado al reforzar sus vínculos emotivos con la fenomenología insular desde una forma personal de asumir y expresar el arte.
Willy Pérez inició su aprendizaje artístico en el taller de su padre, limpiando sus pinceles y montando sus telas. Realizó estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes, inició estudios de publicidad en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y fue estudiante del fallecido maestro Cándido Bidó, desde cuyo taller pasó a la Art Student League de Nueva York, egresando de esa academia. Finalmente, obtuvo el grado en Psicología Clínica por la Universidad de la Tercera Edad de Santo Domingo.
En opinión de los organizadores de la exposición, Willy Pérez aborda los paisajes marinos y terrales del país, la vegetación y la pobreza con más deseos de agradecer los dones recibidos que desde una mirada de reproche o negación.
La suya es, por tanto, una pintura que extrae y expresa la belleza que para el artista subyace incluso en las carencias de las casas de las márgenes de los ríos o en los afanes frenéticos de la supervivencia que representan sus Ciclistas.
Además, percibe su mundo y organiza los elementos que la expresan artísticamente a partir de unas valoraciones inscritas y propias de la plástica misma. En la forma de Willy Pérez expresarse y pintar hay un claro sentimiento de gratitud por los dones recibidos.
Una emoción que trae su pintura hasta las fronteras del eclecticismo. Sus obras resultan de unas miradas acuciosas, satisfechas y emotivas; enfoques fundados en una especie de ictiología, zoología, botánica y sociología sobre cuyos riesgos metódicos se imponen el plasticismo, el abstraccionismo, el expresionismo, para convivir y fortalecerse mutuamente.
Los temas de Willy Pérez no son los de su padre. Incluso cuando en apariencia o desde la universidad propia de los temas puedan ser pretendidos de este modo, lo cierto es que este artista ha creado su particular mundo, lo ha poblado con su imaginario individual: ese conjunto de elementos destilan como testimonios de afanes, y su pintura los registra cual bitácora.
A la herencia temática paterna, este autor agregó el mundo de sus acuarios, un canto a la diversidad hídrica nacional y a las especies que aloja; los ciclistas y una ciudad renovada que desde el Ozama canta sus luces, brumas y energías.
A diferencia del conceptista de su padre, Willy Pérez es un pintor orgánico, de emotivos gestos, trazos y colorido. En sus manos el hecho plástico transforma la experiencia ante la vida en oportunidad lúdica y afirmadora.
Es un arte de apariencias porque lo que parecen representar sus figuras no es. Al contrarío, en sus lienzos hay, entablada, una conversación oculta, discreta y cómplice con los grandes maestros de la pintura, desde algún Edwar Munch dejado como rastro arcano en alguna valla newyorkina, a ese Piet Mondrían, invocado con insistencia desde esa cuasi cristalinidad de intenso cromatismo de sus casitas de las márgenes del río… Y también canta Guillo Pérez, susurrando “No me imites”, con energía.
Esta obra es, por tanto, acopio diverso de su vida. Desde ella arriba a los desenfados y alegrías que les son tan característicos; a las satisfacciones y complacencias de buscar y encontrar en el lienzo y la paleta. Así, la de Willy Pérez es una obra que afirma y con auténtica fiereza clama, al igual que los impresionistas, ¡La pintura sigue siendo fiesta para el ojo! Y el alma.
Porque esta obra de Willy es, también, oración, color y libertad festiva que invoca la dicha de la gente, de la tierra, de la isla y de la vida.
La exposición estará abierta al público hasta el 17 de agosto del 2024 en el local del Contemporanía | Centro de Cultura y Artes de la Fundación Acción por el Futuro, Inc. Los interesados serán recibidos por cita.