“El Orbe Per Verso sin poesía” de Rannel Báez (I)
Por Virgilio López Azuán
La obra ganadora del Premio Internacional de Poesía Casa de Teatro en el 2002 fue Orbe Per Verso sin poesía del escritor dominicano Rannel Báez, quien ya había sido merecedor de algunos premios nacionales y regionales en poesía y teatro.
Es autor de libros como Cuentos desechables (1999), Teatra, la mujer de Teatro (2000), Tinglado (2007), Bosch populi y otras voces (2009), entre otros. Además, es académico, investigador, promotor cultural y últimamente se ha dedicado a los estudios históricos, arqueológicos y antropológicos.
De Rannel Báez, el poeta y crítico peruano Pedro Granado dice que es “Un poeta cerebral y patafísico, paradójico y paródico, con un don extraordinario para la caricatura y dueño de un humor desopilante”, y Fausto Leonardo Henríquez, al analizar el libro Orbe Per Verso sin poesía, dice que en él “hay una táctica repulsa contra los poetas que se creen dioses y aceptan la adulación como consuelo”.
Por su lado, el escritor y artista plástico Ramón Mesa, analizando la poética de Báez, especialmente en el libro Tinglado, expresa que el texto “es una apuesta por la existencia y los pesares de un poeta cuyas raíces están cimentadas en lo más hondo de la tierra que lo parió y curtió de fecundas realidades y paradojas…”.
Orbe Per Verso sin poesía, es un texto que agota cinco partes que el autor les llama órbitas y las define como: Movimiento de rotulación, Movimiento de aliteración, Movimiento de secreción, Movimiento de transacción y Movimiento de Perversión.
Está escrito como si fuera poesía prosada y en su parte introductoria, que el autor intitula “Clic-clic”, dedica el libro a todos los que clasifica como poetas y no poetas: “a los que ni viven ni mueren, no a las sanguijuelas con arterias opíparas ni a los hombres parásitos hidrópicos y crápulas imperfectas; a los poetas radicales y circunspectos, no a los dioses y demonios ocultos y cobardes…”.
En este introito muestra un desprecio por aquel que no es y se cree poeta. Ese desprecio más allá de ese acto, tiene una carga impiadosa de repulsión. Para el autor, esos poetas son “parásitos hidropónicos” y “crápulas imperfectas”. Desde esa entrada se muestra que el autor quiere deslindar quién es poeta y quién no lo es, pero no deslinda qué es y qué no es poesía. No le dedica una línea en su “Clic-clic”, que da paso a toda una descarga de aciertos y absurdidades.
En la Órbita I, que es el Movimiento de Rotulación, encontramos a un poeta como sujeto, que no utiliza el lápiz y el papel para escribir, que su herramienta es la computadora y la bolita del ratón simboliza un movimiento orbital.
Si se sucumbe en la paranoia del mundo digital, si ante el inicio de la escritura se prende el ego del poeta, la poesía jamás se asomará a los umbrales, quedando el autor petrificado en el “vidrio ríspido y frenético” (pág. 11) del monitor.
Es en seguida que el autor comienza a nombrar la poesía y dice que “La poesía salió del cascarón / y se puso a cacarear ronca y cacofónica / nublada y calcinante / peligrosa y doméstica / reacia y espigada” (pág. 12).
Estos versos pueden ser muy útiles en el análisis del texto desde una mirada heurística. En tan solo una veintena de líneas escritas existen más de una treintena de adjetivos en la primera separata del primer movimiento. Esta sobre carga de calificativos nos mueve a ponerle más atención a la propuesta de Rannel Báez, ya que como decía Vicente Huidobro, el adjetivo cuando no da vida mata.
De estas primeras líneas se desata la furia, el nihilismo confeso, la tesis y la antítesis de Dios y del Diablo, una especie de creación, desde el “ogro del lodazal” que necesariamente no contrapone conceptos, sino que los contrarios son no contrarios.
Es el enfrentamiento entre conceptos disímiles que habrá que buscarle una explicación en esa relación que debe ser de contrapuestos. Solo existe, en esa parte final del momento, un solo ejemplo de conceptos opuestos: “… y comenzó la creación de la luz y de la sombra” (pág. 12) luz-sombra, pero los demás no se ajustan a esa regla.
En esa creación es donde aparecen pares: nebuloso-opaco, ciego-frágil, crudo-seco, cuerpo-bruto, disparate-inteligente, Diablo- nutrido, Dios- santiguado. A ese poeta no le salió la verdadera poesía como la define el autor, le salió la basura, todo lo malo, quedando el verso atrás: “El verso quedo atrás del santiamén / Obvio silogismo del primer espasmo” (pág. 13).
Entre el lenguaje, palabra y poesía
A lo largo de la obra el autor plantea múltiples maneras de definir el lenguaje y la poesía. Pero donde hace más énfasis es en qué no es poesía. Para él “El lenguaje es finito y monosémico” (pág. 13), y “La poesía se hace vuelo y presencia, resplandor y calle al infinito” (pág. 17). Obviamente, sostiene que el lenguaje tiene sus límites y la poesía no.
Pienso que justifica la metapoesía, pero para justificar el lenguaje tiene que reflexionar sobre el lenguaje mismo y vencer sus limitaciones como bien lo expresara Guillermo Carnero. Es ahí que empieza el acto de creación metapoética, a partir de la reflexión. Es ahí donde el autor se convierte en subvertidor de la lengua, quien desentraña nuevos registros sémicos y fónicos.
Rannel Báez suele ser impiadoso con la palabra, dice: “La palabra es latrocinio con erudición de soplamosca” (pág. 13) y le da poderes sobre naturales a la poesía, capaz de estar por encima, excomulgando al diablo y a Dios: “Es anatema la poesía, de seguir diciéndole cosas al azar tríptico y al Dios trastocado” (pág. 13), a menos que el “azar tríptico” sea el poeta, la referencia es el diablo. En el caso de la palabra Dios esta aparece en mayúscula, lo que nos lleva al dios del cristianismo, del cual el autor no muestra su mejor imaginario.
El androginismo es condición de la metapoesía según algunos metapoetas, contrario a eso, Báez en una de sus definiciones de la poesía dice: “Es la poesía sin femeninos ni masculinos, pero sexual y parturienta” (pág. 13).
Si se trata de que la poesía ni es femenina ni masculina, entonces será andrógina, porque es “sexual y parturienta”. En ese caso se le da validez al postulado de androginismo de los metapoetas nombrados anteriormente. Es más, en el segundo movimiento del libro, llamado Aliteración, el poeta lo repite de otra manera: “La poesía no es hembra ni macho / tiene sexo de sinalefa…” (pág. 28).
También, el autor de Orbe Per Verso sin poesía, describe la poesía como metapoesía, al decir que es “El adulterio entre la página y la palabra. / Divorcio entre el sintagma y el alfabeto. Celibato entre la caligrafía y el diccionario” (pág. 13).
Los metapoetas utilizan varias formas de expresión, nos muestran otros cánones estructurales de presentación del poema. Hay un adulterio entre la página y la palabra, pero un total divorcio entre el sintagma y el alfabeto, como habíamos referido, son especies de “subvertidores”, para lograr su propósito de trascender la palabra y la poesía misma. (Continuará). El autor es escritor y educador.