22 de noviembre de 2024

La educación y la lectura del mundo

Escritor y Académico, Virgilio López Azuán

Por Virgilio López Azuán

La pedagogía de la liberación planteada por Paulo Freire (1921-1997) en las últimas décadas del siglo XX incentivó la llamada “renovación de la condición social del individuo”, donde el alumnado era el centro de su propio proceso educativo. Visto de esta manera se privilegia el sentido de democracia para la libre expresión y desarrollo del pensamiento.

Para lograr esto el pedagogo o profesor debía desaprender, abandonar modelos tradicionales, subyugantes y hegemónicos de la acción educativa. Se planteó una tesis liberadora pues Freire “busca antes que nada la muerte de la lógica escolar, en cuanto ésta expresa y tipifica la ideología dominante1”. Desde una óptica teórica y práctica busca “subvertir la actual lógica del poder burocrático en la educación2.”Paulo Freire.

Para exponer sobre liberación hay que abordar el concepto del poder, influir en sus cambios. Debería tomarse “conciencia” sobre ese cambio y los supuestos que soporta en los contextos socio-históricos. Por eso se puede juzgar mal, como le pasó al mismo Freire.

Él cuenta que desde el 1972 dejó de usar la palabra “concientización” por el hecho de que en sus prácticas aparecía como algo subjetivo. Ante un autoanálisis llegó a expresar: “Me autocritiqué cuando vi que parecía que yo pensaba que la percepción crítica de la realidad ya significaba su transformación.” Freire desde su perspectiva educativa como praxis político-pedagógica, explica la relación, los vínculos y el ejercicio de dominio entre el educador y el educando3.

A veces en la actividad educativa se habla mucho de crear conciencia o concientización de los estudiantes y lo que sale es son discursos de carácter axiológicos donde se muestran valores distanciados de las obras. Muchos docentes ni siquiera son capaces de poner esos valores en práctica.

Se piensa que la creación de conciencia debe reflejarse solo en una acción individual a lo interno de las mentes de los estudiantes. La mirada se fija en que alguien “ha tomado conciencia de su realidad”, pero si no se manifiesta en la práctica poca conciencia se ha asumido. En ese sentido “La concientización no puede basarse en creer que es dentro de la conciencia donde se opera la transformación del mundo, la creación del mundo, sino que está dentro del mundo mismo, en la historia, a través de la praxis, donde se da el proceso de transformación4”.

El discurso de la opresión no ha cambiado, solo ha mudado sus formas en la posmodernidad vista desde el espejo de la descripción de la Era del vacío planteada por Gilles Lipovetsky (1944-?) o la llamada Modernidad líquida de Zygmunt Bauman (1925-2017).  El que oprime está cada vez menos expuesto al escrutinio porque se ha personificado en grandes redes y corporaciones.

Ya los actores principales ni siquiera son los “oprimidos” a los cuales les ha tocado ser alumbrados por el reflejo enceguecedor del discurso de los derechos humanos, el libre mercado o el cliente siempre tiene la razón. Todo se encamina a otros tiempos de comportamientos para el desarrollo de la libertad individual y social en la actualidad.

Como se ha tratado en otros artículos, el centro de la actividad educativa, haciendo una lectura posmoderna, lo era el estudiante. Lo emocional y el conocimiento asumen ahora el centro de la actividad escolar y de esto hay mucho qué escribir.

Cuando Freire presentó sus fundamentos educativos, el docente todavía tenía una fuerte carga de autoridad y de cierta forma de ejercicio autoritario. No debemos confundir el ejercicio de la autoridad con el autoritarismo: “La autoridad es una exigencia del proceso educativo. Sin ella difícilmente se puede participar en la construcción de la libertad de los y las estudiantes 5”.

Indudablemente, el reflejo de la crisis en las aulas está en la pérdida de autoridad que ha tenido el docente a lo largo de las últimas décadas. Pasó de un régimen centralista a otro de vacío. Por eso, entre otros argumentos, en algunos países, entre ellos la República Dominicana, la formación de los docentes para la asunción de los nuevos retos que demanda el mundo no ha ofrecido los resultados esperados.

No siempre el origen de toda autoridad y sentido de la vida en la educación estaba en las personas, en los alumnos, los profesores o el centro, sino que venía del exterior, como ocurría en la Edad Media. A decir de Harari (2021), la educación se centraba en instar en los discípulos obediencia, memorizar las escrituras y estudiar las tradiciones antiguas. En ese caso pensaban otros, no el alumno.

En la educación contemporánea a los alumnos se les enseña a pensar por sí mismos. Para ello se han planteado cientos de metodologías y estrategias casi todas con funciones liberadoras. Todos los problemas del mundo exterior ya habitan en la mente humana. Así, habría que buscar soluciones, principalmente al de la existencia, desde el individuo, especie y la sociedad por usar conceptos de Edgar Morín (1921-?). La pedagogía del docente debe responder a todas las crisis de carácter existencial, humana, económica y social de los individuos.

La pedagogía de la liberación de Freire es una propuesta importante en que las formas de sojuzgamientos tenían muchas cargas ideológicas, propiciando lo dialógico con los otros para lograr estadios emancipadores.

De cierta forma sus enfoques y prácticas siguen ayudando a la actividad educativa en la vorágine del sistema en las últimas décadas donde la velocidad de los cambios admiten nuevos paradigmas. Su propuesta permite aún una “reflexión crítica, para pensar la práctica, y así acercarnos cada vez más a pensar con claridad: la mejor manera de pensar acertadamente es pensar la práctica6”.

Ahora los docentes y estudiantes tienen que hacer sus propias lecturas del mundo, de su realidad, sus modelos y  los supuestos que soporta, en relación con la libertad y felicidad de humanos. Se necesita el diálogo y los vínculos, porque en los vínculos existen estadios de libertad, paradójicamente.

El docente tiene una carga de compromiso profesional y un espacio para el ejercicio de su autoridad dentro de los ideales de derechos humanos y libertad del pensamiento de los demás actores del proceso educativo, porque, “una preocupación constante en Freire cuando tuvo responsabilidades directivas fue la definición de los límites tanto a la libertad como a la autoridad7”.

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