Nostalgia de equilibrios
Por Guillermo Caram
Sentimos nostalgia del equilibrio virtuoso “que balancea dos o más fuerzas o situaciones”. Proviniendo de la física, es aplicable a economía y política, sociedades y comportamientos personales.
Son sus sinónimos: armonía, proporción, contrapeso, ponderación, ecuanimidad, sensatez y equidistancia. El éxito de personas, empresas o instancias privadas o públicas depende del equilibrio al administrarlas.
Desde la economía, partiendo de lo fiscal: en tributos equitativamente distribuidos según capacidad de contribuyentes, en gastos proporcionalmente prorrateado por personas, en la diferencia entre ambos y contrapesando inversiones con gastos corrientes.
En procurar crecimiento ponderando todos los sectores, evitando sobreatender unos, rezagando otros.
Extrañamos equilibrio demoterritorial de decisiones y acciones conteniendo migraciones de campos a pueblos; evitando formación de barrios hacinados y carentes de servicios en nuestras urbes. Y entre regiones para detener concentración de ciudades y la conurbación que estamos sometiendo a nuestro suelo.
Extrañamos armonía en la gestión pública manifestadas en discrepancias y omisiones: las EDE y MEM discrepan sobre causa de apagones. MSP no reporta fallecimientos de COVID mientras fallecen personalidades contagiadas.
Extrañamos equilibrios políticos: internalizando derecho de opositores a disponer espacios en instituciones estatales no gubernamentales, reconociendo rol opositor en democracia para convertir en fructuosa concertaciones empantanadas, tomando decisiones públicas. Escuchando antes voces discrepantes para no tener que enmendar después. E Incluso, dejando de exigir incondicionalidad a afines.
Extrañamos contrapesos en la conjugación de verbos, recordando que la componen pasado, presente y futuro. Sería entendible énfasis en anuncios y promesas a futuro con intenciones ilusionantes, si se solucionara el afán que trae cada día. Y mirando el pasado para no repetir errores.
Equilibrio entre pensamiento y acción, siempre actuando después de pensar y no al revés. Analizar antes para no emprender acciones irreflexivas propias del pragmatismo regido por impericias e improvisaciones.
Equilibrio al suministrar noticias, cacareando las buenas cuando su bondad haya sido comprobadamente constatable, no antes; sin parecerse al avestruz que esconde su cabeza ante el peligro de malas noticias.
Propiciemos ceñirnos a ecuanimidad y sensatez para que nuestro liderazgo no caiga en desequilibrios conductuales.